El Karma Yoga se caracteriza por la acción, es decir, toda acción cualquiera que sea genera un karma malo o bueno para el actor. Por tanto, el karma es la repercusión o consecuencia de dicha acción, en aquel que realiza la misma acción y esta ha de formar parte de toda acción. Entonces, se podría decir que el karma es la suma de todos los pensamientos y acciones de todas las encarnaciones propias pasadas y presentes.
Karma positivo y negativo
El Karma Yoga se base en que para poder alcanzar la iluminación o liberación espiritual, también denominada moksha, se precisa agotar absolutamente todos los karmas, tanto sea negativos como positivos. Un karma positivo no extingue al karma negativo, ya que ambos se consideran acciones independientes y causarán distintas repercusiones. Por tanto, si realizas acciones buenas, seguramente en otras encarnaciones futuras disfrutarás de los frutos de dichas acciones, así como también podrás sufrir de las futuras consecuencias por las malas acciones.
No obstante, mientras continúes generando karma, malo o bueno, siempre estarás sujeto al ciclo de reencarnaciones (samsara) y muertes. La única manera de poder romper con ese ciclo, es lograr la liberación espiritual, aunque para ello es necesario no contar con ningún karma.
¿De qué se trata?
Según el Karma Yoga, para poder agotar al karma propio, hay que vivir sin crear ninguna clase de karma, experimentando los karmas generados anteriormente en la presente encarnación, agotándolos con el tiempo gradualmente. Sin embargo, si toda acción provoca un karma, probablemente te preguntes cómo es que se puede vivir sin haber generado ningún karma.
La respuesta es simple en realidad y no se trata de vivir sin actuar o sin pensar como una estatua durante a lo largo de tu vida, dado que para lograrlo, es preciso pensar de manera continua en lo que debes hacer antes de actuar. Por ende, si uno actúa de forma correcta en todo momento y sin esperar una recompensa, de esa manera no se genera ningún karma.
Esa es la manera de practicar el Karma Yoga, es decir, actuar de manera consciente para que la encarnación presente sea de la mejor manera posible, sin esperar un karma a cambio. De esa manera, la iluminación espiritual rompe con el ciclo de reencarnaciones y muertes para siempre.